jueves

Lo peor del amor,
cuando termina,
son las
habitaciones
ventiladas,
el solo de pijamas
con sordina
la adrenalina en
camas separadas.

Lo malo del
después son los
despojos
que embalsaman
los pájaros del sueño,
los teléfonos que
hablan con los ojos, el sístole sin
diástole ni dueño

Lo más ingrato es
encalar la casa,
remendar las
virtudes veniales,
condenar a galeras
los archivos

Lo atroz de la
pasión es cuando
pasa,
cuando, al punto
final de los finales,
no le siguen dos
puntos suspensivos.
Allí estabas triste, solitaria. Si te vi allí sostenida por la soledad y la melancolía tramando la decadencia de la muerte, tú, traidora amiga. Si, allí estabas desolada, magnánima anclada a tu dolor, destinada, desdichada. Con los ojos botando ríos, entrañable, sin sonrisas, estacada en los abismos de la desesperación y la locura. Pidiendo a gritos la locura de su voz, las estrellas de sus ojos, sí, yo te vi perdida en los mares oscuros de las sombras de la noche. No me viste. Yo te vi. Te sentí. Te entendí. Y cuando pude comprender tu razón, tu dolor. Te pinte. Te grabe en mi alma, oyendo la voz calida que boca ya no formulaba. Te grabe en los lienzos del tiempo. Te halle sentada en el valle de los sueños, andante, vagante, errante. Con los ojos apagados, suplicante. Gritando la melancolía atascada en tus pechos. Allí extraviada, sosteniendo las alitas de tu ángel. Sabiendo que la sangre de tu pecho no lo devolverá atrás. Si yo te vi, te sentí, por eso te plasme aquí. Por eso te escribí.